jueves, 29 de octubre de 2009

Hablar contra la autoridad representativa se incurre en la ira divina.


Hablar contra la autoridad representativa se incurre en la ira divina.



Aarón y María eran hermanos mayores de Moisés. En consecuencia, Moisés debía estar sujeto a la autoridad de ellos en el hogar. Pero en el llamamiento y obra de Dios, ellos debían someterse a la autoridad de Moisés.

Aarón y María no estaban contentos con la mujer etíope con la cual se había casado Moisés; así que hablaron contra él, diciendo: “¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?”.

Un etíope es un africano, un descendiente de Cam. Moisés no debió casarse con esta mujer etíope. Como hermana mayor, María podía reprender a su hermano en base a su relación familiar. Pero cuando abrió su boca para denigrar a su hermano aludió la obra de Dios, objetando así la posición de Moisés.

Dios había encomendado su autoridad delegada en la obra de Moisés. ¡Qué malo fue que Aarón y María atacaran la posición de Moisés en base a un problema familiar!

No obstante despreciar María a su hermano, era Dios quien había escogido a Moisés para sacar al pueblo de Israel de Egipto.

Ella podía tratar con su hermano; pero no podía injuriar a la autoridad de Dios. Al basarse en un fundamento puramente natural, concibieron un corazón rebelde.

Pero Moisés no protestó. Sabía que si Dios lo había levantado para ser la autoridad, no necesitaba defenderse, podía guardar silencio.

La autoridad que Moisés representaba era la de Dios. Y nadie puede quitar la autoridad que Dios ha dado. Las palabras rebeldes ascienden al cielo y son oídas por Dios.

Pecar contra la autoridad delegada es pecar contra Dios.

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